Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

martes, 2 de junio de 2015

"Evola: Permanecer en pie sobre las ruinas, orientarse en medio del caos" (II)


Evola tiene dos dimensiones para mí, hay dos tendencias que se me abren simultáneamente tras leer parte de su obra. Dos sensaciones completamente contrarias se suscitan ante su pensamiento en conjunto. La primera es la que introduje someramente en la anterior entrega: la fascinación ante una visión novedosa, al mismo tiempo que total e integradora, del cosmos, de la vida y de la historia; un conjunto de lúcidas miradas a lo ancestral y a lo moderno que actúan como un poderoso catalizador de la imaginación reflexiva. La segunda toma la forma de un beligerante escepticismo ante unas referencias intra-históricas, meta-históricas -pseudo-históricas para muchos- cuya defensa es tan vehemente como dudosa su veracidad; cuya convicción parece mostrarse más firme cuanto más endeble es el crédito que merecen sus indicios. 

Dado que el autor valora más la pureza de las distintas formas de espiritualidad, cultura y civilización en tanto más se alejan del presente, uno no para de interrogarse por si no será todo, al final, poco más que fuegos fátuos.  Más incredulidad suscita aún su afirmación de que el género humano no ha estado sujeto a evolución en sentido darwiniano sino, muy al contrario, a una involución desde unos tipos ideales cercanos a la perfección divina, e incluso inmortales (aunque esto último no se afirme con total seguridad.)

Pero con todo, esa idea tan central en su cosmovisión que tiende a explicar la historia como perpétua batalla entre Modernidad y Tradición es vibrantemente fecunda en las reflexiones filosóficas que suscita en el tipo de lector más combativo, como es el caso de quién les habla.

Desarrollaremos a continuación cuatro aspectos, cuatro vertientes de estas tesis metahistóricas y metapolíticas, aunque el primero engloba a los otros tres, o si lo prefieren, es el tronco del que surgen esas tres ramificaciones:


TRADICIÓN Vs DISOLUCIÓN.  
-¿Por qué la Modernidad es esencialmente disolución?-

Este punto es del que se derivarán, como hemos dicho, todos los siguientes. Expresémoslo en tres o cuatro ideas-fuerza para interiorizar mejor a qué nos referimos. 
Si pensamos en clave de "culto a la grandeza vs culto a la mediania" o "cultivo de la excelencia vs cultivo de la bajeza" podemos intuír ya por qué senderos transita la idea.
O quizá nos orientamos mejor si decimos "aristocracia vs oclocracia"..
"LO HERÓICO Y PERSONALISTA VS LO ANÓNIMO Y ANODINO" ...

Que el horizonte sea EL ABSOLUTO o que el horizonte sea LA NADA.. ¿?

Sé que hoy poseemos una mentalidad tan diametralmente opuesta que todo esto nos suena a cosa rancia y reaccionaria. Tenemos tan aprehendidos los conceptos, precisamente modernos, de igualdad, humanismo y democracia, que puede resultar difícil salirse del contexto histórico y juzgar las ideas que han conformado nuestro mundo actual desde fuera del mismo.

Pero aquellos viejos temas, la oclocracia, la REBELIÓN DE LAS MASAS, son tan actuales hoy como lo fueron siempre. Y filósofos de la talla de José Ortega y Gasset han recogido esta problemática con una brillantez y una clarividencia que, como poco, nos debe hacer ver la necesidad de atender a estas cuestiones; aunque no necesariamente suscribamos las opiniones concretas de Ortega, ni mucho menos, las más radicales de Evola.

No estamos diciendo que haya que prescindir de la democracia -ese sería un tema que llevaría demasiado desarrollar, y estas no son, en ningún modo, unas reflexiones sobre formas políticas-. Lo que estamos diciendo es que urge echar el freno de estos tiempos tan acelerados para otear de vez en cuando los peligros que, desde diversos flancos, se ciernen sobre nuestra agotada civilización. Y repensar profundamente nuestra vehemente defensa del "Pueblo llano" y nuestro ataque, igual de vehemente, a lo aristocrático en su sentido más puro y más amplio. 

¡Los referentes son importantes! En esencia, esa es la cuestión que se encuentra en el centro de este problema -grave problema que, si no atajamos, traerá aun más trágicas consecuencias de las que ya ha traído- ¿A qué aludimos cuando decimos "referencias"? Obviamente, hablamos de referentes socio-culturales, de los mitos y héroes que inspiran a la gran masa. De la diatriba crucial consistente en elegir si tomamos como ejemplo la excelencia o la mediocridad, si vamos a mirar hacia las alturas o hacia el fango.  Hay que expresarlo de forma así de clara y contundente, pues si nos andamos con remilgos y medias tintas no vamos a llegar nunca al núcleo duro del asunto.

Sobre ello podríamos seguir hablando varios párrafos más, pero como todavía quedan más puntos por tratar, lanzo sin más la pregunta que tanto nos urge empezar a hacernos todos y cada uno de nosotros:

¿Creen ustedes que estamos cultivando realmente la grandeza en la sociedad actual?

A juzgar por lo que llega a nuestros ojos y oídos cada día, el horizonte no parece en exceso halagüeño, y la respuesta a esta pregunta se va aclarando conforme va oscureciéndose aquel horizonte.


TRADICIÓN Vs MATERIALISMO.

Y a este mismo respecto, pongamos el foco ahora sobre otra diatriba, aquella ya vieja pugna entre la concepción espiritual y la concepción material del mundo.

En la obra que más me interesa de Evola, al menos de las que llevo leídas, que es la titulada "Cabalgar el tigre", se citan las certeras palabras de André Bretón:"Es preciso impedir que la precariedad completamente artificial de las condiciones sociales vele la precariedad real de la condición humana". A lo que el italiano añade después, con sus propias palabras, que "el verdadero significado del mito económico-social, sea cual sea su variedad, es la de un medio de anestesia interior o de profilaxis tendiente, no sólo a eludir el problema de una vida carente de todo sentido, sino a consolidar todas las formas de esta fundamental ausencia de sentido en la vida del hombre moderno".

¿Cuantas veces hemos expuesto la miseria economicista, cuando no historicista, del liberalismo y el socialismo? 

¿Cuanto vacío no habrán engendrado en el alma del Hombre, estos dos, prometiendo llenar su estómago?

El marxismo se ha pretendido frío y objetivo siendo burdo, superficial, y estrecho de miras.
Ver en toda realidad social una forma de dominación no es, como creyeron ellos, ni ser honesto ni tener un prisma analítico; es ser simplista, vulgar, y supone una negativa a priori a la posibilidad de profundizar. Es amputarse la capacidad de repensar y re-enfocar las realidades de nuestro entorno.

Del liberalismo se puede decir lo mismo, haciendo la salvedad de que su enfoque es optimista -donde el anterior dice "dominación", éste pone "colaboración-, pero igual de ingenuo en su exaltación de los potenciales del homo economicus como el marxismo en su visión cruel e implacable de una historia humana que, en su pluma, deja un sabor a profunda NADA.

MORAL TRADICIONAL Vs MORAL MODERNA

"Si la ley debiera prohibir todo lo que juega el papel de estupefaciente, en el sentido más general del término, haría falta suprimir gran parte de lo que compone la existencia moderna y alimenta una industria particularmente desarrollada y agresiva."

(´Cabalgar el tigre`, J.E.)

Hoy ya empieza a estar más difundida una moral alternativa a la prohicionista, pero asimismo, alejada de concepciones cómodas e irresponsables como las de ciertos apologistas del "modo de vida adicto", por darle algún nombre. 

Gentes bien conocidas en nuestro país como los señores Escohotado y Dragó llevan tiempo haciendo una encomiable labor pedagógica que puede encaminarnos a escapar de esa errada diatriba entre, por un lado, la cruzada contra ciertas sustancias y, por otro, la moral laxa y destructiva del "haz lo que quieras".

Los que tengan algo sabido el discurso de estos intelectuales, y de muchos otros, como puedan ser Castaneda, Jung o Jodorowsky, estarán en conocimiento de que todos los problemas derivados de las sustancias enteogénicas tienen por origen la ruptura del vínculo entre la sustancia en sí y la tradición que la acompañaba; entre la planta, el brebaje, el preparado, y el entorno cultural en el cual se enmarca y que lleva consigo el conocimiento acumulado de decenas de generaciones sobre el estupefaciente en cuestión.

Pero la reflexión urgente en estos "tiempos de disolución" es la que apunta Evola en la cita: Sea por medio de sustancias o por otros medios cualesquiera, la sociedad occidental post-moderna está llegando a un paroxismo de la sedación; y es cada vez más evidente que no es algo casual, porque es demasiado obvia y demasiado golosa la tentación de los poderosos, de un grupo u otro -o más bien de todos- de suministrar a la masa tantas clases de "adormecientes" como haga falta, con tal de que les dejen hacer, ocasionándoles las menos molestias posibles.

Y sin salir del mismo ámbito, veamos qué ocurre con el sexo. Evola dice sobre el papel de éste en la actualidad que "es como si esta obsesión sexual que se habia manifestado anteriormente con la mentalidad puritana bajo un signo negativo, a través de inhibiciones, tomara hoy día, incluso con carácter más agudo, un signo positivo." 

No me podría parecer más acertado el diagnóstico. Me he cansado de advertir sobre esto durante largo tiempo. Tan perniciosa y contraproducente puede resultar la inhibición generalizada como la inducción igual de generalizada. Para que uno pueda "liberarse" realmente, deberá estar tan libre de coerciones como de estímulos. Una sexualidad libre es la que no tiene miedo de expresarse tal como es, bien sea por exceso, o bien por defecto. No hemos logrado, por tanto, ninguna liberación sexual, como diría el papanatas medio de nuestro tiempo, sino que hemos cambiado represión por potenciación, ambas igual de artificiales, y ambas un efectivo medio de control social.

A continuación, Evola también advierte que "allí donde el sexo se pone de relieve, es natural que la mujer, su dispensadora y su objeto, domine la situación". Y esto resultaba evidente a cualquiera cuando nuestro juicio no estaba tan condicionado por esos nuevos complejos pequeño-burgueses, esos tabúes que hoy se expresan de forma tan pacata en el miedo atroz a reconocer diferencias entre sexos, gentes, y costumbres.

El que "la mujer domine la situación", más allá de que esto no equivalga a decir que "lo femenino domine" -confusión que ya aclaré en un texto específico sobre ello-, también entraña conflictos, tanto externos como internos, a los que no podemos dar la espalda. 

Doy por hecho que la mayoría va a convenir en que hay diferencias evidentes y que no responden al influjo cultural entre uno y otro sexo. Partiendo de este acuerdo, convendremos en que si la balanza se inclina a favor de la mujer, o del varón, la realidad socio-cultural resultante será distinta, puesto que los valores que la han impulsado también lo son.

Como la virilidad ha sufrido un proceso de demonización tal que ha acabado convirtiéndose en anatema, cuesta hablar en estos términos sin suscitar indignación -antes aludimos a los "complejos pequeño-burgueses", pero igualmente podríamos hablar de "neo-puritanismo", de un trasunto de la vieja mojigateria o santurronería- Es difícil pues, hoy, plantear abierta y claramente que nuestra sociedad está sometida a un proceso de CASTRACIÓN, no sé si con más o menos prisa, pero desde luego que sin pausa, y sin tregua.

No vamos a hacer un listado de todas las consecuencias que esto traerá a la larga -además de las que ya está trayendo-. Sería imposible abordar todos los ámbitos en que esto puede llegar a expresarse. Lo que vamos a hacer es dar unos apuntes concisos para movernos a cuestionar ciertas ideas que hoy están instaladas en el consenso social pero que bien podrían salir de él si fomentamos el diálogo crítico -cosa que escasea cada vez más por estos lares, pues como dice Rodrigo Mora: "En una sociedad hiper aleccionada y dogmatizada, los hechos cuentan poco, ya que la mayoría se guía por teorías e ideas abstractas."-

¿Decir que esta es una sociedad castrada es exagerado? ¿Suena a exabrupto de macho alpha trasnochado? Desde luego, por ahí no me pillarán, porque si bien intuyo en este apoquinamiento del varón un hecho desgraciado, no soy yo un ejemplo de extrema virilidad -y de hecho, defiendo también la posibilidad de que existan virilidades distintas- A donde yo quiero ir a parar es a algo muy básico: Antes hablábamos de una "balanza descompensada". Pues ni más ni menos que ese es el problema -todos los demás se derivan de uno u otro modo de él- ¿Les suena aquello del "yin y el yang" y la complementariedad de los opuestos? ¿Me aceptarían también, o es mucho pedir, que las mujeres tienden a ser más emocionales, generosas y tolerantes que los varones? 

Pues bien, si aceptamos estas premisas -que para algunos ya será mucho aceptar- apreciaremos claramente que, veámoslo positivo o no,  la moral social se inclinará más hacia los valores femeninos que hacia los masculinos -aunque aquí hay que hacer una importante salvedad. Y es que, como ya dije en el texto al que aludí hace un rato, estos valores ancestrales de la mujer están ya muy contaminados de los valores viriles que el feminismo, en gran parte, ha adoptado.- Pero aun habiendo asumido muchos valores masculinos como propios, las mujeres de hoy siguen siendo en cierta medida muy parecidas a las mujeres de cualquier otro tiempo; y como tales, lo emocional, lo maternal, lo "suave", sigue primando en las actitudes y en los valores de gran parte del sexo femenino. 

Y esto es lo que ocurre, o lo que recién empieza a ocurrir, que al tomar cierto dominio moral la mujer sobre el varón, aun no habiendo llegado a ser absoluto, ni mucho menos, sí se observa que cedemos cada vez más, en conjunto, al buenismo, a la compasión por defecto, al.. "dejarlo estar", movidos quizá por el chantaje emocional, digámoslo así de crudo, de la masa femenina que va tomando protagonismo en el consenso social.

E insisto en que todo lo descrito no implica que este cambio sea a mejor o a peor. Ustedes deberán decidir eso. Unos opinarán que "ya era hora", otros que convendría equilibrar la balanza, e incluso los habrá -sé que los hay- convencidos de que lo natural y lo sensato, de toda la vida, es que domine el varón.
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Y como estos párrafos se han alargado más de lo que planeé, dejaremos ya para la tercera entrega, y la dedicaremos por entero a ello, la reflexión sobre la última de estas oposiciones planteadas por el pensamiento evoliano, que es la existente entre RELIGIOSIDAD TRADICIONAL y RELIGIOSIDAD MODERNA.





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